SOLO LOS AMANTES SOBREVIVEN
No es la primera vez que vemos a un vampiro como depositario del arte y el conocimiento sedimentado a través de los siglos, ni como un enfermo existencialista aquejado del mal de la inmortalidad, ni como un amante para la eternidad. Tampoco es la primera ocasión que Jim Jarmusch realiza un film sobre la resistencia de ciertos modelos de vida cuya existencia ya no ha lugar: Dead Man (1995), Ghost Dog: El camino del samurái (1999) y hasta Year of the Horse (1997). Pero sí es novedad que el propio Jarmusch busque en las imágenes de 'Sólo los amantes sobreviven' un espejo de su desencanto respecto a la obligación de sincronizarse con el presente.
La imposición de empujar los días pesa sobre los vampiros del iflm. ¿Tiene sentido aún ser rockero, acumular cultura o perseguir la juventud? ¿Tan mal visto está bajarse de esta carrera hacia el futuro y claudicar cuando se sabe que la vida ya no te va a dar más fechazos? Jarmusch articula estos desvelos sisíficos a propósito de la contemporaneidad a través del personaje de Tom Hiddleston, un chupasangre agotado de ser inmortal. El cineasta vagabundea en duermevela alrededor de este protagonista sin intención alguna de avanzar ni de narrar, como si él también quisiera detener el tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario