martes, 22 de abril de 2014



Mañana del martes




 “En el nombre del padre”, una de las causantes de mi atraso, es una película que “vimos juntas” (ella en su casa yo en la mía) con la Mana, mi tía, debido a su devoción por Daniel Day Lewis, el protagonista. Es un guion adaptado de la autobiografía de Gerard Colon (“Proved innocent”) que narra la historia real del caso de los Cuatro de Guildford, vinculados con el IRA, acusados injustamente de terrorismo y en consecuencia condenados por algo que no habían cometido. Dos cosas: es increíble lo odiables que son los jueces que presiden el caso, sobre todo con esas pelucas ridículas y la exquisitez del acento irlandés, maravilla auditiva.

 Candidata a siete premios Óscar: en las categorías de mejor actor (Daniel Day-Lewis), mejor actor de reparto (Pete Postlethwaite), mejor actriz de reparto (Emma Thompson), mejor director (Jim Sheridan), mejor montaje (Gerry Hambling),  mejor guion adaptado (Jim Sheridan y Terry George) y mejor película. Y ganadora del Oso de Oro en la edición de 1994 del Festival Internacional de Cine de Berlín.

 Siempre tomo las peores decisiones, sobre todo cuando se trata de direcciones y transporte. Todo es culpa del Momo yo creo, mi tío que ayer llegó de Brasil. Estaba viendo “En el nombre del padre” en TCM y suena la puerta, era lo que temía, con maleta y escándalo y regalos (solo lo perdono por los chocolates y el siempre bien ponderado Garoto que me trajo) hace su entrada el Momo y ya era tarde po, si incluso dudé en ver la película porque terminaba como a las 2.

 Bueno y justo, JUSTO ese día se tenía que quedar a dormir (en la pieza del Momo) el Lalo, el hermano chico de mi mamá, lo que en consecuencia significaba que yo tendría que dormir con ella o en el sillón y el recién llegado en mi pieza. Me quedé dormida en el sillón, con la tele y la luz prendida para despertar en la mañana con el trajín de la levantada, mi mamá al trabajo, el usurpador de mi cama también y el Gustavo al colegio. Decaída, malhumorada y sufriente, me pongo el pijama para tomar una pequeña siesta decente que se alargó hasta la hora en la que tengo que salir para no llegar atrasada.

 Me resigné a tomar el bus de las 10.30, así que mi camino fue relajado y hasta leí. En el terminal (y por Dios que hay que eliminar este impulso) opté por hacer la fila de la 117 y no la del bus, siendo las 10.10, esperé y esperé y la tomé como a las 10.20, mala mala decisión  (si son las 10.15 y no pasa la micro abortar misión).  Llegó el momento de bajar y para variar lo hice antes por miedo a pasarme (que siempre me ocurre); ya, apuro el paso, miro la hora, las 10.41, ojalá que no haya pasado el bus, llego al paradero y espero…  y espero y espero y espero, entonces pasa la B02 y después de un rato de nuevo  pasa la B02 y yo, tan caprichosa, no la tomo y esos taxis que también pasan, tan seductores y sin pasajeros, pero me rehúso a caer en la tentación. Y dentro de toda esa espera surgen cavilaciones y reflexiones, como el análisis de mi atraso crónico recordando ese enlace que alguien compartió en Facebook y  que daba distintos tips para combatirlo, los que no seguí,  y planes, como ir a dormir a los sillones del cuarto piso hasta el recreo. Pasó el bus a las 11 y lo mejor que se me pudo ocurrir/imaginar fue venir a la sala de computación a escribir mi historia mañanera, que es donde estoy ahora.

 Debo decir que sin duda lo que me atrapó en la fila de la 117, fue la conversación telefónica de una señora que hablaba muy fuerte con su consuegra acerca de la relación entre sus hijos el Jano y la Tiare. Trágica, la verdad, resulta que la Tiare le había pegado al Jano (NUEVAMENTE) en Año Nuevo, dejándole los ojos negros, como decía la madre y lo que más le dolía al pobre golpeado era que lo había hecho al frente de la niña. Esta situación debía parar porque si no iba a pasar a mayores y había que velar por la niña, entonces las consuegras se iban a juntar con el Jano, ya sea en la plaza tomando un helado o en un Restaurant, la informante pagaría, no le importaba. Y en esto quedaron... suerte Jano. 

 Pucha, me demoré más de lo que pensaba en escribir esto. Debo controlar mis caprichitos.

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