Mañana del martes
“En el nombre del padre”, una de las causantes de mi atraso,
es una película que “vimos juntas” (ella en su casa yo en la mía) con la Mana, mi tía, debido a su devoción
por Daniel Day Lewis, el protagonista. Es un guion adaptado de la autobiografía
de Gerard Colon (“Proved innocent”) que narra la historia real del caso de los
Cuatro de Guildford, vinculados con el IRA, acusados injustamente de terrorismo y en consecuencia condenados por algo que no habían cometido. Dos cosas: es
increíble lo odiables que son los jueces que presiden el caso, sobre todo con
esas pelucas ridículas y la exquisitez del acento irlandés, maravilla auditiva.
Candidata a siete premios Óscar:
en las categorías de mejor actor (Daniel Day-Lewis), mejor actor de reparto (Pete Postlethwaite), mejor actriz de reparto (Emma Thompson), mejor director (Jim Sheridan), mejor montaje (Gerry Hambling), mejor guion adaptado (Jim
Sheridan y Terry George) y mejor película. Y ganadora del Oso de Oro en la edición de 1994 del Festival Internacional de Cine de Berlín.
Siempre tomo las peores decisiones, sobre todo cuando se
trata de direcciones y transporte. Todo es culpa del Momo yo creo, mi tío que
ayer llegó de Brasil. Estaba viendo “En el nombre del padre” en TCM y suena la
puerta, era lo que temía, con maleta y escándalo y regalos (solo lo perdono por
los chocolates y el siempre bien ponderado Garoto que me trajo) hace su
entrada el Momo y ya era tarde po, si incluso dudé en ver la película porque
terminaba como a las 2.
Bueno y justo, JUSTO ese día se tenía que quedar a dormir (en
la pieza del Momo) el Lalo, el hermano chico de mi mamá, lo que en consecuencia
significaba que yo tendría que dormir con ella o en el sillón y el recién
llegado en mi pieza. Me quedé dormida en el sillón, con la tele y la luz
prendida para despertar en la mañana con el trajín de la levantada, mi mamá al
trabajo, el usurpador de mi cama también y el Gustavo al colegio. Decaída,
malhumorada y sufriente, me pongo el pijama para tomar una pequeña siesta
decente que se alargó hasta la hora en la que tengo que salir para no llegar
atrasada.
Me resigné a tomar el
bus de las 10.30, así que mi camino fue relajado y hasta leí. En el terminal (y
por Dios que hay que eliminar este impulso) opté por hacer la fila de la 117 y
no la del bus, siendo las 10.10, esperé y esperé y la tomé como a las 10.20,
mala mala decisión (si son las 10.15 y no
pasa la micro abortar misión). Llegó el
momento de bajar y para variar lo hice antes por miedo a pasarme (que siempre
me ocurre); ya, apuro el paso, miro la hora, las 10.41, ojalá que no haya pasado
el bus, llego al paradero y espero… y
espero y espero y espero, entonces pasa la B02 y después de un rato de
nuevo pasa la B02 y yo, tan caprichosa,
no la tomo y esos taxis que también pasan, tan seductores y sin pasajeros, pero me rehúso a caer en la tentación. Y dentro de toda esa espera surgen cavilaciones y reflexiones, como
el análisis de mi atraso crónico recordando ese enlace que alguien compartió en
Facebook y que daba distintos tips para
combatirlo, los que no seguí, y planes, como
ir a dormir a los sillones del cuarto piso hasta el recreo. Pasó el bus a las
11 y lo mejor que se me pudo ocurrir/imaginar fue venir a la sala de
computación a escribir mi historia mañanera, que es donde estoy ahora.
Debo decir que sin duda lo que me atrapó en la fila de la
117, fue la conversación telefónica de una señora que hablaba muy fuerte con su
consuegra acerca de la relación entre sus hijos el Jano y la Tiare. Trágica, la
verdad, resulta que la Tiare le había pegado al Jano (NUEVAMENTE) en Año Nuevo,
dejándole los ojos negros, como decía la madre y lo que más le dolía al pobre
golpeado era que lo había hecho al frente de la niña. Esta situación debía
parar porque si no iba a pasar a mayores y había que velar por la niña, entonces las consuegras se iban a juntar
con el Jano, ya sea en la plaza tomando un helado o en un Restaurant, la informante
pagaría, no le importaba. Y en esto quedaron... suerte Jano.
Pucha, me demoré más de lo que pensaba en escribir esto. Debo controlar mis caprichitos.
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