martes, 6 de enero de 2015

Diarios de motocicleta (2004)


  Corría el año 1952 y un tal Ernesto Guevara era un tímido estudiante de Medicina, al cual le quedaba un semestre para terminar la carrera en uno de los más prestigiosos centros de estudios de América Latina, la Universidad de Buenos Aires, quien vivía en un entorno (familia, novia y hábitos) burgués, incluso jugaba al rugby en uno de los más exitosos equipos de Argentina, el San Isidro Club, aunque debido a su asma se va al pequeño y desaparecido Yporá Rugby Club, hasta que decide emprender un viaje de turismo por Latinoamérica, recorriendola lo que más pueda, con su gran amigo, el bioquímico Alberto Granado, simplemente buscando diversión y aventuras, arriba de la vieja y averiada motocicleta de Alberto, apodada La Poderosa. Aunque luego de ocho meses de viaje, recorriendo más de 14.000 kms. de América del Sur, desde Argentina pasando Chile, Perú, Colombia hasta llegar a Venezuela, los dos se topan con la pobreza e injusticias que viven cada día los indígenas y trabajadores de estos pueblos, como los de la mina de Chuquicamata o los pobladores de una colonia de leprosos de San Pablo en Perú, quienes viven distanciados por un río de la masa gobernante del lugar. Es ahí en donde Ernesto deja atrás todo y se vuelca de lleno a sus nuevos ideales igualitarios y antiautoritarios. Este es el viaje que marca el fin de Ernesto Guevara y el inicio de "el Che" Guevara. El resto, como dicen, es historia.



  Los lugares claves a lo largo del viaje son: en Argentina, Buenos Aires, Miramar, Villa Gesell, San Martín de los Andes, Lago Frías y la Patagonia; en Chile, Lautaro (aunque no aparece mencionado), Temuco (parte de Temuco fue grabado en Lautaro), Los Ángeles (grabado totalmente en Lautaro), Valparaíso, el desierto de Atacama y Chuquicamata; en Perú, Cuzco, Machu Picchu y Lima; la colonia de leprosos de San Pablo; en Colombia, Leticia; y en Venezuela, Caracas.

El momento en que los dos cruzan el desierto más árido del mundo, y llegan a la mina de Chuquicamata, lugar en el que son testigos de la explotación y el nulo cuidado que se le tiene a los trabajadores.

Momento culmine de la película y el momento que termina por transformar completamente la vida del Che, el brindis en su cumpleaños, en la colonia de leprosos, lugar y momento en que realiza su primer discurso de sus nuevos ideales políticos y de igualdad, es que el Che no es argentino ni es cubano, el Che es latinoamericano.


  La cinta estuvo presente en los festivales más importantes del mundo: Sundance, Cannes, Toronto y Frankfurt, entre otros.
  En cuanto a premios, podemos nombrar un Óscar (y otra nominación), tres Cóndor de Plata, dos BAFTA, tres premios en el Festival de Cannes, un premio del Círculo de Escritores Cinematográficos, dos premios Clarín, uno del Gremio de Directores de Gran Bretaña, un Goya, un Hollywood World, tres premios Imagen, dos Independent Spirit, un premio del Círculo de Críticos Cinematográficos de Londres, el Premio de la Audiencia del Festival de Noruega, tres premios ACE y un Premio de la Audiencia del Festival de San Sebastián.
  En cuanto al Óscar, corresponde a la Mejor canción original, por la canción "Al otro lado del río", compuesta por el cantautor uruguayo Jorge Drexler, la primera interpretada en castellano en ser nominada y premiada con un Óscar.

La canción se puede encontrar en la banda sonora original de la película, y en Eco², una reedición del disco Eco de Jorge Drexler, editado en 2004.

  Además de lo hermosa de la canción, hubo una polémica que envolvió al tema y a los Premios de la Academia, ya que la organización de la ceremonia de entrega de las estatuillas doradas decidió que Drexler no debería ser el que interpretara su canción en el escenario, porque no era famoso. Por eso, en vez de él fue Antonio Banderas quien la cantó, acompañado en la guitarra por Carlos Santana (muy al estilo de cada uno, algo que no le gustó mucho a la gente). Días antes, Drexler se había molesto por esta situación, pero tuvo su revancha al subir al escenario a recibir su premio, en donde no dio ningún discurso e igual se los paseó a todos, quizás al mismo modo que lo hizo el Che en sus tiempos, con los que él consideraba que pasaban a llevar la dignidad de América Latina.


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