La historia comienza con R.P. McMurphy sentenciado a prisión por abuso sexual, pero por su aparente desequilibrio mental es trasladado a un hospital psiquiátrico. En realidad, él no está loco, solo hace creer que lo está para evitar ir a la cárcel, y es en el centro psiquiátrico en donde alborota todo.
El hospital psiquiátrico es un lugar muy ordenado y estricto, sobre todo por la presencia de la enfermera Mildred Ratched, quien se convierte en "la mala de la película", una mujer autoritaria, que mantiene a raya el lugar, algo que a nuestro revoltoso personaje no le gusta para nada.
Los pacientes tienen una vida aburrida, monótona y cuadrada, ya que solo se adhieren a lo que la enfermera dice, toman los medicamentos que ella diga, a la hora que ella diga, y si alguien no quiere se le suministra la medicación a la fuerza. Los enfermos están totalmente adoctrinados y adiestrados, por lo que sus vidas son oscuras y sin espontaneidad. Pero no se preocupen, McMurphy intentará que está represión no siga ocurriendo, sacándole canas verdes a la enfermera, quien luchará con él para que no se lleve a cabo esta revolución.
De las escenas que más recuerdo son la de McMurphy "secuestrando" a los pacientes en un bus, para llevarlos de paseo en un bote, para que puedan disfrutar aunque sea solo un momento del aire de la autonomía, y el final, escena electroshockeante (si la vieron me entenderán), protagonizada por "El Gran Jefe", como McMurphy lo llama, el cuál no era realmente sordomudo, sino que fingía serlo para escapar de la realidad.
La película me hace recordar a "La Fuga de Alcatraz" (1979), con Clint Eastwood y "Sueño de fuga" (1994) con Tim Robbins y Morgan Freeman. Ambas cintas se asemejan a "Atrapados sin salida", con distinta historia y enfoque, ya que en las tres el objetivo es escapar ya sea de Alcatraz, de la penitenciaria Shawshank o de realidad y represión.
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